viernes, agosto 24, 2007

 

Show must go on

Por fin un nuevo post. La verdad es que lo acometo sin tener realmente mucho que decir, más que nada por ver si entro otra vez en la rutina de escribir las cosas que pienso o contar las cosas que veo. Hace ya demasiado tiempo que escribí el último artículo. No se debe esto a que no tenga ganas, que las tengo, siempre tengo esa llama de entusiasmo dentro por escribir, el problema suele ser la falta de inspiración. Además caprichosa ella, siempre me viene cuando estoy en cualquier lado y no tengo posibilidad de plasmarla. Bien es cierto que podría acordarme y ponerme luego, pero siempre encuentro algo que hacer. Ya conté algún día que soy bastante vago y tiendo a perder el tiempo en las cosas más insospechadas, ese tiempo que cada vez es más caro.
El tema de la inspiración, al menos en mi caso, como casi con todo es más falso que un duro de seis pesetas. Todo lo que se me ocurre me viene por algún estímulo externo. Durante los últimos días, o por lo menos, las últimas ideas que recuerdo, he pensado en escribir sobre la última novela que he leído, la última crisis financiera, algunas conclusiones sobre los gustos sensacionalistas británicos o cómo últimamente creo que el niño que había en mi me está diciendo ya adiós. Al final, no he logrado centrarme y escribir de nada. Y no es que el centrarme tampoco sea un proceso necesario y para el que necesito concentración. En contra de las pocas cosas que he leído sobre cómo debería escribir uno, mi forma de escribir es totalmente espontánea o, mejor dicho, aquí te pillo aquí te mato. Pero bueno esto tampoco hacía falta que se lo aclarase, ¿verdad?
Cuando escribo normalmente me siento como ese pintor que todos hemos visto en algún documental inaguantable que se pone a dar brochazos como un poseso sobre un inmaculado lienzo gigante. Ese es mi estilo, la desmesura y la irresponsabilidad. Pensándolo (ad-hoc para escribir esto, por supuesto) cuando logro realmente concentrarme en lo que estoy poniendo parece como si lo que escribo no lo fuera a leer nadie y me da igual decir lo que sea. El 'papel' y yo somos amantes entrelazados que giran y giran en un espacio vacío, oscuro e inmenso. Nadie nos ve.
Creo pues, que toda expresión artística tiene mucho de exhibicionismo. Bueno, discúlpenme lo del 'pues', no pretendía ponerme al nivel de nadie, jaja. El que hace algo, lo hace para él, por supuesto, pero por el placer de poder ver lo que ha hecho dando un paso atrás y de ver qué reacción provoca en los demás. Lástima que seamos mortales y no podamos ver más allá de nuestras narices contemporáneas.
También puede ser que esto sea una forma alternativa de dar salida a mis ideas sin que nadie me las discuta. Y no es que no eche de menos, que lo echo muchas veces, el placer de una buena discusión. Tanto me gusta la discusión que soy capaz hasta de defender algo con lo que no estoy de acuerdo si veo que los argumentos de la otra postura se resquebrajan por algún sitio. La cuestión es que me doy cuenta de que esta es una forma de discutir conmigo mismo, de enhebrar una idea tras otra, que es lo mismo que me sucede cuando converso o discuto, que las ideas me salen a borbotones en tiempo real, tanto que muchas veces se me olvidan porque tengo que escuchar a la otra persona o estoy diciendo algo en ese momento.
De hecho, no entiendo (por incapacidad mía por supuesto) cómo puede ser distinto para los escritores que tanto admiro que para mi. No me entra en la cabeza que puedan planear una historia por anticipado. Bueno, puedo llegar a pensar que tengan una idea inicial, pero nada más allá de eso, de dejar fluir las palabras una tras otra. Tampoco es un tema que me interese enormemente más allá de mis propias elucubraciones. No creo ni que pasara un segundo por ejemplo leyendo sobre eso. Es como cuando me enseñaban Filosofía en el instituto. Tenía interés en que me enseñaran a pensar, pero despreciaba las voladas filosóficas de la mayoría de toda la cuadrilla que están en el Olimpo de la Filosofía. Bien es cierto que en un momento dado llegó Kant y eso me tambaleó un poco.
Bueno, ya que me he metido a hablar de literatura, filosofía, escritura como lo quieran llamar, únicamente decirles que les recomiendo encarecidamente el libro Mercado de espejismos, Premio Nadal 2007, escrito por Felipe Benítez Reyes. A caballo entre la novela detectivesca y la psicología es un libro súper entretenido que tiene una de las cosas que más me gusta cuando leo algo, la ironía. Es cierto que a veces abusa un poco para mi gusto de ciertas descripciones o narraciones culteranas, pero bueno es por decir algo, es una lectura muy recomendada. Imagino que no incurriré en ningún delito por citar uno de los pasajes que más me gusta:

"Si alguien lee algún día estos papeles, le rogaría que entendiese todo esto, en suma, como un memorial caótico de unos lance sin porqué, sin para qué y sin más sentido que el que tienen las cosas que nos pasan a cada instante y que, sin darnos cuenta, conforman una trama misteriosa: el día de ayer resulta inconsecuente con respecto al de hoy, y el de hoy será incoherente con respecto al de mañana, y a ese cajón de sastre le damos el nombre de vida. "La historia de mi vida...", decimos a veces con orgullo, como si se tratase de un ciclo impecable de acción y pensamiento, cuando todo no es más que una suma de acciones fortuitas y de pensamientos que tiran a contradictorios. Nos empeñamos en comprender, pero nos olvidamos con frecuencia de comprender lo básico, aunque me duela decirlo: que no hay gran cosa que comprender, quizá porque comprender la vida conduce a la negación de la vida: en el momento en que la comprendemos, nos echamos a temblar. ¿Y a quién le gusta temblar?"

Pues eso, no les tiemble la mano y díganme al menos que siguen ahí. Discutan y provóquenme como hace siempre don Jerm.

Actualización: Hoy me ha llegado un mensaje de mi gran amigo M, que contenía el artículo copiado. Les cuento esto porque no se si saben que GMail, el correo de Google que utilizo, saca publicidad contextual basada en analizar el contenido del mensaje en cuestión. Pues bien lo gracioso es que uno de los anuncios al efecto se titulaba '¿Existe Dios?' Líbreme el susodicho de pinchar en un anuncio de alguien que paga por captar internautas con semejante eslogan...

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