martes, diciembre 25, 2007

 

Sobre la escritura, la espontaneidad y la panza llena

Mañana de Navidad, tranquilo en casa, haciendo nada. El escenario ideal para ver si consigo enhebrar algo y poco a poco cojo el ritmo al blog otra vez. No hay ninguna razón en especial por la que tenga que escribir. El acto de escribir, es como muchos otros, un acto de narcisismo. Creo que el autor escribe para leerse a sí mismo. Admito que puede haber más variedad en las motivaciones para esto: hacerte tu propio psicoanálisis, ordenar tus ideas, ver si consigues decir lo que quieres, o simplemente dar rienda suelta a tu imaginación y ver cuál es tu nivel de estética literaria.
El acto de escribir es un acto profundamente íntimo, posiblemente el que más concentración requiere, capacidad de abstracción y pensamiento estratégico. Puede resultar paradójico elevar al nivel del Olimpo literario estas capacidades que parecen más bien entresacadas del perfil de un puesto de manager en el anuncio de trabajo de cualquier empresa de tres al cuarto. Nada más lejos de la realidad. Son exactamente las mismas capacidades: el resultado de la improvisación y la incapacidad para ver la situación en conjunto (ingeniosa traducción para la más anglosajona 'see the big picture') pueden tener unos resultados con el mismo grado de aleatoriedad en una actividad o en otra. No quiere decir esto que te salga la cosa mal, pero es como el que compra un décimo y le toca la lotería.
A estas alturas mis astutos lectores ya se habrán dado cuenta de que en casa de herrero cuchillo de palo en lo que a este blog se refiere. No hago nada más que improvisar sin ton ni son, esperando que el propio discurrir de mis palabras descubra un momento de genialidad, una frase irónica o una situación verdaderamente graciosa. Esto es para mi el colmo de la inteligencia, el ser capaz de convertir, o para los más geniales, concebir, esos momentos absurdos con los que todos nos enfrentamos y plasmarlos de una forma que despierten el humor, la sonrisa y por supuesto la envidia, la envidia por darte cuenta de tu propia incapacidad para ser un genio.
No desfallezco, no abandono. Creo que la inspiración también es un tema que se puede entrenar. No tiene que ser excesivamente difícil dar con tu estilo y empezar a escribir y producir algo medianamente consistente. La cuestión es que tampoco es eso lo que quiero, porque al final es como las series de TV, que los primeros capítulos te entusiasman pero luego el interés desaparece. Esto es algo que también pasa con las películas, claro, sólo que el riesgo digo yo que es menor porque la duración es más corta. Cuántas veces no hemos visto esa película con una idea tan original y acaba con el director, el guionista o quien sea pegándolo todo a trompicones viendo de qué forma puede desgraciarla más intentando acabarla.
En conclusión, y dejándome algunas otras cosas en el tintero (en ese abstracto tintero que son las ideas fugaces, las ideas que te vienen a la cabeza y se escapan si no mantienes un mínimo de concentración), voy a optar por un enfoque ingenieril para ver si logro ganar algo de inspiración. Pensar antes de escribir, construir un esqueleto y dar rienda suelta a la espontaneidad para los detalles, para encarnar ese esqueleto. No se, sin embargo si lo llevaré a la práctica. Soy mucho de los que tienen las ideas claras sobre el papel, pero luego no las llevan a cabo. Al fin y al cabo, ¿no es más bonito meterse de lleno, sin planificar demasiado, empezar a escribir sin más? Está claro. No sólo soy un glotón para la comida. No puedo aguantar sin tratar de engullirlo todo sin masticarlo mucho. Y es que nada me gusta más que tener la boca llena...

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